Al respecto, muchos autores han realizado sus aportes conceptuales relacionados con el duelo, tal es el caso de Pályas Pulgarnau (2010), que lo define de forma general de la siguiente forma: “Es respuesta natural a la muerte de un ser querido” (p. 169). Por su parte, Canel Cruz (2010) aporta lo siguiente:
El duelo tiene lugar tras cualquier clase de pérdida, aunque suele ser más intenso tras el fallecimiento de algún ser querido. No es un sentimiento único, sino más bien una completa sucesión de sentimientos que precisan de cierto tiempo para ser superados, no siendo posible el acortar este período de tiempo (p. 8).
Ahora bien, con base en lo expresado se debe mencionar que entre las características más resaltantes de este proceso destaca que el tránsito de la mayoría de las personas por este tortuoso camino, resulta rápido y fácil; pero, para una minoría es mucho más lento y complicado, ya sea por el tipo de relación que se tiene con el fallecido, por las circunstancias en cómo murió y el sufrimiento que generó; o bien, por la personalidad y la capacidad que tiene cada persona para afrontar el malestar emocional (Coronado Aguirre, et. al., 2010; p. 9).
Una vez realizados estos señalamientos, es conveniente que se mencione también que en la actualidad y desde hace un par de años atrás, el mundo ha estado inmerso en una situación de emergencia sanitaria, producida por la aparición de la pandemia mundial más importante del siglo, provocada por la propagación incesante del Coronavirus (COVID-19), virus que ha afectado a gran escala a toda la sociedad mundial, y cuyas consecuencias han sido catalogadas por muchos estudiosos como agresivas y alarmantes, debido a la facilidad de propagación que conlleva y, por las consecuencias que produce en quienes se encuentren contagiados.
Hoy en día el mundo en general, nuestra sociedad en cierta forma se encuentra inmersa en un contexto preocupante, de un sinfín de duelos vividos sin ser elaborados, caracterizado por la aparición del COVID-19, logrando día a día una adaptación a la nueva realidad, si bien es cierto un poco menos aprensivos referente a los contagios, ya se conoce un poco más sobre él, y cada individuo es responsable de cumplir las normas de bioseguridad.
Sabemos que es un virus que ha sido catalogado como una de las pandemias más letales de la historia producto de su fácil contagio y de la gravedad de sus síntomas, las cuales pueden conllevar a la muerte de quien la padece, por este motivo, se han decretado a nivel mundial medidas de aislamiento que impiden el contacto entre las personas sanas y las contagiadas, por lo que aquellas personas que se encuentran agonizando deben morir aisladas de sus familiares.
Esta situación ha generado que la experiencia para sus familiares sea mucho más dolorosa, y en consecuencia la elaboración del duelo sea mucho más lenta, por lo que muchos de ellos requieren intervención psicológica y, es allí donde los grupos de apoyo adquieren un papel relevante para la aplicación de estrategias que coadyuven a lograr el principal objetivo que es la sana elaboración del duelo. Dicho esto sobre el abordaje de pacientes a través de grupos de apoyos, para elaborar el duelo en tiempos de COVID-19.
Se evidencia que los grupos de apoyo son agrupaciones de personas que contribuyen a superar y a aliviar cualquier sufrimiento que tengan, mientras que las estrategias de intervención tienen que ver con el desarrollo de técnicas como la de relajación, expresión de sentimientos, desarrollo de destrezas, entre otras, que al ser transmitidas a los profesionales a través de talleres psicoeducativos producen el desarrollo de nuevas habilidades y destrezas.
No obstante, en los últimos años, ha quedado en evidencia que, el papel que juega el psicólogo al momento de abordar este tipo de problemas psicológicos es fundamental, y las estrategias que han venido empleando los profesionales a la hora de abordarlo han evolucionado. Ciertamente, hoy en día, emplean el uso de la creación de los llamados grupos de apoyo, cuya efectividad ha venido
comprobándose a lo largo de los años.
En consideración con lo que se menciona, Páyas Pulgarnau (ob. cit.) un grupo de apoyo es toda asociación de personas que se unen de forma consecuente con la finalidad de compartir vivencias y sentimientos que son expresados en ellos de forma libre. Al respecto, la autora afirma que:
Un grupo de apoyo está constituido por personas que han experimentado una misma pérdida, y que se encuentran de forma regular y formal para poder compartir vivencias e intercambiar recursos a fin de poder aliviar el sufrimiento y adaptarse mejor a los cambios y retos de la nueva situación. En el grupo, los participantes construyen vínculos de amistad, comparten sentimientos difíciles, normalizan su experiencia, identifican otras formas de vivir y afrontar la pérdida, y juntos descubren nuevos significados y esperanzas. Todo ello hace que el grupo de apoyo sea un espacio óptimo para reducir el aislamiento, mitigar los sentimientos difíciles, aumentar la autoestima y ganar confianza en uno mismo recuperando el sentido y control de la propia vida. (p. 171).
En otras palabras, pertenecer a grupos de apoyos cuando la persona se encuentra afectada psicológicamente por procesos de duelos complicados, produce grandes beneficios, los cuales también son descritos por Páyas Pulgarnau (ob. cit.), en los siguientes términos:
Las personas en duelo a menudo expresan el hecho de sentir que la gente les evita. Compartir experiencias similares reduce la sensación de aislamiento y a la vez normaliza y valida la vivencia de duelo sea cual sea. Las personas se arriesgan a expresar sentimientos, cogniciones, percepciones, creencias, que a pesar de ser reacciones naturales de duelo se viven como algo inadecuado: al expresarlas en grupo, las personas afectadas descubren que son respuestas universales, que no se están volviendo locos y que esta sintomatología forma parte natural de proceso. Descubren juntos que, no sólo el expresar dolor abiertamente no les destruye, sino que al compartirlo se abren a la posibilidad de recuperación (…)
El grupo tiene además una función educativa: las personas aprenden que el duelo requiere tiempo, que es un proceso dinámico, es decir que se desenvuelve en el tiempo de forma característica, que hay unas etapas y tareas, y que deben tener una actitud activa y de compromiso. No son responsables de lo sucedido, pero si del proceso de recuperación (…). (pp. 171-172).
De allí que, se infiere que él los grupos de apoyo representan una herramienta muy útil para que el psicólogo aborde los casos de duelo complicado, sobre todo en estos momentos donde las muertes por COVID-19 se encuentran tan latentes en el mundo.
No obstante, es preciso que para cumplir este propósito el paciente sea guiado por un personal especializado, sobre todo por alguien que conozca las distintas estrategias de intervención que garanticen un resultado positivo en el paciente al momento en que participe en los grupos de apoyo. Por estas razones, se ha considerado importante la propuesta de un taller psicoeducativo dirigido a psicólogos, que contribuya a expandir sus conocimientos y experiencias en el tratamiento de pacientes que requieran elaborar sanamente el proceso de duelo.