Crisis, resiliencia, pérdida y duelo
Las crisis
Buscamos ser felices, correr y sentir el aire fresco en el rostro, encontrarle sentido a la vida, crecer y madurar como personas. Pero las circunstancias difíciles muchas veces nos impiden el crecimiento. Dios en su infinita
misericordia y través de su palabra nos habla de esas crisis y su cuidado hacía nosotros. Así como le envié esta calamidad tan grade a este pueblo, también le enviaré todos los bienes que le he prometido. Jeremías 32:42
Debemos preguntarnos con seriedad: ¿Qué hacer para enfrentar la crisis? ¿Cómo aprovecharlas para crecer y madurar? ¿Confiamos realmente en el cuidado de Dios nos ha prometido en estas situaciones? ¿De qué formas
esperamos la acción de Dios, a su manera o a la nuestra?
Para crecer a pesar de la adversidad debemos reorientar nuestras concepciones de enfrentamiento, analizando las actitudes, habilidades y estrategias que nos ayudan a enfrentar las dificultades sin quebrarnos a causas de ellas.
Es importante enfatizar que no son los problemas los que hacen que una persona logre encauzar o no su vida, lo decisivo es la manera en que la persona afronta tales dificultades, esto es lo que hace que salgamos de las crisis más fructificados y fortalecidos; es decir, depende de la forma en que aprendemos a enfrentar este difícil campo de aprendizaje.
La resiliencia
Los problemas, el sufrimiento y el dolor no se reprimen, más bien se observan con atención, se aceptan, se lloran, se asimilan se viven en resiliencia (que es la capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc. «La resiliencia potencia la felicidad»). Integrar en nuestro mundo personal de vivencias y experiencias, esta forma de enfrentar las dificultades no elimina riesgos ni contrariedades, pero ayuda a abordarlos mejor, porque va desarrollando en cada persona una fuerza interior que unida a la Fe y esperanza en Dios nos ayuda a superar las mismas.
Este es un proceso que dura toda la vida, porque cualquier situación inesperada puede llevarnos en cualquier momento a nuestros límites espirituales, físicos, mentales o emocionales. Es nuestra responsabilidad estar preparados ante futuras dificultades y activar nuestro potencial para el cambio y la constante evolución personal.
Pérdida
Todo ser humano, a lo largo de su vida debe enfrentar permanentemente procesos de perdida. Cualquier situación que suponga una ¨ ganancia ¨ tiene un precio, una ¨perdida¨. Toda renuncia implica una perdida, y existen infinidad
de perdidas: perdida de la salud, económicas, espirituales, emocionales (simbólicas) y otras. Sin embargo, generalmente hacemos referencia a la muerte (física), porque es la perdida más significativa que como seres humanos podemos vivir.
¿Qué es el duelo?
El término duelo procede etimológicamente del vocablo latino dolium, que a su vez deriva del verbo doleo (dolerse). El duelo es la actividad y actitud normal de una persona que se manifiesta con una serie de reacciones personales que siguen a una separación. Comprende una serie de reacciones emocionales, sociales, físicos, conductuales y cognitivos que suelen suscitarse dentro de un periodo razonable, y con cierta intensidad. Supone un proceso más o menos largo y doloroso de adaptación a la nueva situación.
En ninguna otra situación como en el duelo, el dolor producido es TOTAL: es un dolor biológico (duele el cuerpo), psicológico (duele la personalidad), social (duele la sociedad y su forma de ser), familiar (nos duele el dolor de otros) y espiritual (duele el alma). En la pérdida de un ser querido duele el pasado, el presente y especialmente el futuro. Toda la vida, en su conjunto,
duele» J. Montoya Carrasquilla, 1998
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios, estará contigo donde quieras que tu vallas. Josué 1: 9